Eike Batista era más que un empresario, a pesar de ser el séptimo más rico del planeta y de albergar el sueño de llegar a ser el número uno, era también un símbolo, el hombre de los mil proyectos siempre realizados con éxito. Su marca empresarial era el optimismo. Y ante el mundo, era la cara risueña del “Brasil de esperanza». Llevaba en su ADN las huellas del triunfo.
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